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III

Cargo el frío, como quien lleva una bolsa de  arpillera repleta de bártulos. Rasposamente, lo aseguro con un nudo entre los dedos. No me imagino una bolsa de arpillera con manijas, me las recreo bien incómodas aunque rústicamente pintorescas. 
En otras palabras, la imagino como lo que decorativamente es un dolor de güevos.
A riesgo de estirar la metáfora a troche y moche, se me da por aclarar que al frío lo traigo sin manija.
(Decorativamente como el orto).
Forzosamente me dirijo siempre a los mismos lugares y voy arrastrastrando mis pies, como niñito que hace un berrinche porque no le compraron un chupetín en la caja del chino. Me empeño en no fruncir las cejas para demostrar mi descontento, porque tendría que andar dando explicaciones y últimamente sufro una languidez mental imparable.
 Se van erigiendo, a lo largo del día, una serie de intervalos imaginarios de calor, en donde me aseguro de estar viva al oír el tronar de los huesos. La oleada espesa de las estufas me unta los cachetes de un rosado poco perdurable, que el cachetazo del frío termina volcando en transparencias. De fondo, suenan las campanas que dan fin al recreo de heladas, una y otra vez.
Estamos apretados en el mismo sinfín de injusticias, pelando las armas más sutiles y desplegando las estrategias de guerra más combativas que tenemos al alcance. En los diarios y más aún en las calles se me apersona el enemigo al que el frío no congela sino más bien le hace de musa.
Me pregunto cuánto falta para que la primavera nos descongele las comodidades y nos decidamos a congregarnos en las plazas para ampliar las barricadas.
Crónica cuenta los días, yo también.

Éxtasi🌺

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Hay un momento sobre el que podría hacer una película, ese en el que vos y yo estamos frente a frente. No sé muy bien cómo me siento cuando esto pasa, sí sé que me avergüenza un poco contártelo. Tampoco sé si me hubiera sentido más cómoda en la privacidad de mis sentimientos, que siempre son bastantes reservados, o diciéndotelo mientras nos miramos. En realidad, lo que pasa es que hay un momento en el que me tomo muy a pecho tus ojos, y creo que es este. Pienso que, por ejemplo, podríamos probar de movernos un poco, por ahí podrías ponerte más hacia la izquierda, y podrías hacer de cuenta que no me estás mirando: estás mirando el reloj. Eso, vos estás distraído y yo mientras me estoy preparando para decir lo que siento, y además podemos hacer de cuenta que tampoco me tomo muy en serio las cuestiones del corazón (mucho menos las del cuerpo). Entonces, como ya me conocés y sabés que me comporto así, no le das tanta importancia a lo que tengo para decir, y yo me olvido de tus ojos que me

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 Fantasy✨